Sacó otro folio del cajón y comenzó de nuevo. Las
palabras fluían, desde su cabeza al papel; sin obstáculos al principio. Hasta
que aparecía ella; en cuanto el personaje femenino entraba en escena la desazón
le oprimía el pecho y era incapaz de verter ni una sola gota más de tinta.
Eran
sus ojos un precipicio en el que arrojarse… Arrugó el papel y lo
lanzó a la papelera. Se sirvió otro whisky.
De nuevo, otra hoja en blanco. Hizo crujir los nudillos,
tomó el bolígrafo y atacó por séptima vez. Sin dificultad durante dos párrafos;
hasta que se abrió la puerta el bar y apareció ella.
Se
asomó a su mirada y sintió vértigo… ¡Vaya mierda¡ Una nueva
pelota de celulosa voló hasta la papelera, golpeó en el borde y cayó al suelo. Apuró
el vaso. Con un esfuerzo más fingido que real se levantó de la silla y recogió
el balón, hizo como si lo botara, esquivó a un defensa y machacó la cesta
mientras la grada se venía abajo.
La papelera estaba casi llena. Seguro que entre aquellos folios había algún despojo que no era tan
malo, después de todo. Se agachó y empezó a revolver entre los desechos de
su talento. Unos ojos lo miraban desde uno de los papeles. Hubiera jurado que
estaban pintados en uno de los folios, o que miraban a través de él. Apartó las
hojas y el efecto desapareció. Debo
haberlo imaginado. Pero no, allí estaban de nuevo, cautivándolo con aquella
profundidad oscura. Vació la papelera en el suelo y una docena de miradas se
clavaron en su corazón; en una de ellas se podía nadar sin descanso, otra le miraba
como si pudiera verle el alma; sintió vértigo y se perdió en un pozo oscuro. Al
amanecer lo encontraron frío en la alfombra, rodeado de basura y ahogado en su
propio vómito.
¿Qué es lo que te sugieren estas miradas? #viernescreativo nos propone esta imagen, detalle de una obra de Timothy Hyunsoo Lee.
Aquí os dejo mi participación.
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