viernes, 24 de noviembre de 2017

Cenicienta



Que me vaya a fregar, dice. Que me vuelva a casa, a la cocina, que es mi lugar. Y lo dice a voz en grito desde la grada, mientras su hijo baja los ojos avergonzado y saca la falta lo más rápido posible. Y yo lo reflejo todo en el acta, por vigésima vez esta temporada. Pero tampoco hoy pasará nada, no habrá sanción al club. Después de todo —dirán en la federación—, no ha habido violencia.


Mi madre lo observa todo desde el fondo sur, donde suele sentarse en silencio, para que nadie sepa que viene a verme a mí, que el partido no le interesa. Mira la grada efervescente, a los niños en el terreno de juego, y otra vez a los padres. Mueve la cabeza, pensativa, entorna los ojos y con un rápido movimiento de varita los convierte en ratones. El partido ha finalizado. Los niños ríen a carcajadas mientras sus padres corretean con sus diminutas patitas camino del aparcamiento. Mueven sus bigotes, asustados, cuando comprueban que los coches se han convertido en calabazas y me miran con estupor mientras subo en mi moto y abandono el lugar quemando rueda. 

Mamá me guiña un ojo desde la grada. No le gusta el deporte y tampoco entiende por qué visto siempre de negro, pero hace tiempo, ella también estrelló sus zapatos de cristal contra el asfalto. 

Relato para los viernes creativos de Ana Vidal. Esta semana, escribimos para luchar contra la violencia machista: dale la vuelta al cuento.

viernes, 10 de noviembre de 2017

Limbo



Desde que empezó todo no he vuelto a ver a papá ni a mamá. Llevo días buscándolos, pero no los encuentro por ningún lado y empiezo a preocuparme porque en cualquier momento empezaré a tener hambre. A veces me parece oír algo, como un sollozo, y corro a la cocina pensando que es mamá quien llora, pero nunca la encuentro.

No me gusta estar sola. Por eso me alegré tanto cuando aparecieron las gemelas. La primera vez que las vi, estaban de pie al fondo del pasillo, cogidas de la mano. Me miraban con una expresión que no fui capaz de identificar: mitad miedo, mitad melancolía. Pensé que ellas también estaban solas y que solo querían jugar, pero era mucho más que eso. Las hermanas comprenden lo que ocurre. Susurran entre ellas y, cuando me acerco, callan. Saben  qué les ha pasado a mis padres, pero no me lo quieren explicar. Dicen que debo descubrirlo sola.


Hoy prometieron darme una pista  y me han llevado al jardín para enseñarme su rincón favorito. Nunca había visto que hubiera tumbas en el jardín.


Relato para los viernes creativos: la foto es de Hellen van Meene.

sábado, 4 de noviembre de 2017

Pesadillas



Lo primero que oigo es un sonido sordo, como un trueno. Tras los cristales, el ruido de la lluvia parece la voz de mamá: un susurro suplicante, intentando calmarlo. Y papá cada vez más enfadado, hasta que su voz (aquella voz ronca y masculina), ahoga la de ella por completo y retumba en toda la casa. Un relámpago ilumina mi habitación como si fuera de día. Yo me escondo bajo las mantas y cuento los segundos, tal como me ha enseñado mamá, para comprobar si la tormenta se aleja.

Uno, dos…
El trueno ha sonado en la cocina.

Microrrelato escrito para Los viernes creativos.
Una historia inspirada en la última foto que hayas hecho con el móvil.